"SE NATURALIZA LA EDUCACIÓN PÚBLICA PORQUE ESTÁ AHÍ, PERO HUBO MUCHA LUCHA PARA QUE ESTUVIERA"

Compartimos una nota publicada por el diario digital El Submarino Jujuy, realizada por Gabriela Tijman a Lina María Mamaní, alumna de la Lic. en Historia de la FHyCS.

Publicado: 03 de septiembre de 2018

Por Gabriela Tijman. “La gente piensa que el pobre llega por su sacrificio, y que si yo pude llegar hasta ahí, todos los pobres podrían. Es como embellecer la pobreza, decir que si se quiere, se puede. Pero no es así. Los pobres podemos solo si el Estado nos ayuda”. Lina María Mamaní tiene 34 años, una hija de 16, vive en Maimará, plena Quebrada de Humahuaca, es profesora de Historia en el secundario de Tres Cruces, allá en el comienzo de la Puna jujeña, y estudia Licenciatura en Historia en la Facultad de Humanidades de la UNJu, en San Salvador de Jujuy. Claro que se esfuerza, y claro que sus padres, él carpintero y ella pastora, hicieron un enorme esfuerzo para que Lina pudiera estudiar. Pero “no es lo mismo que el Estado no esté presente”, dice.

Por estos días anduvo reflexionando en su perfil de Facebook sobre estas cosas. Porque el jueves, el día de la marcha federal universitaria, que en Jujuy generó la movilización más impresionante en muchos años, ella tenía que ir a dar clase a Tres Cruces y no iba a poder bajar a la ciudad. “Me levanté pensando en que para ayudar un poco a la lucha y también como consuelo para mí, podía escribir una parte de mi historia en relación a la educación pública”, cuenta.

Esa mañana buscó a su mamá y se sacó una foto con ella para acompañar el texto. “Quería también sacarme con mi papá, que tiene 82 años, pero justo se había ido a hacer unos trámites y no podía esperarlo porque ya venía mi colectivo”, cuenta.

“A veces a algunos no les gusta que digamos que somos pobres, pero yo lo digo con mucho orgullo porque aunque ahora tengo un trabajo y no tengo la misma situación de cuando era niña, tampoco creo que sea de otra clase, soy consciente de dónde vine y cómo llegué hasta acá”, dice Lina.

Lina conversó con Día 6 y recorrió su historia, que es la de tantos chicos y adolescentes de cualquier rincón de la Argentina. También es la historia de familias enteras que en los últimos años celebraron con orgullo estrenar un título.

En Maimará hay una sola escuela primaria. Pública. “Se llamaba la escuela fábrica, me dijo mi papá. Se fundó en 1956 pero había empezado a construirse mucho antes, en el peronismo”, relata. La única escuela secundaria del pueblo es una técnica. También pública. Aunque si hubiera habido alguna escuela privada, no era opción para la familia de Lina. “Estábamos preocupados por comer, había que elegir entre comer o estudiar. Y uno se tiene que alimentar”, dice.

 

Con una oferta educativa tan acotada, muchos adolescentes maimareños, cuando terminan la primaria, se van a Tilcara o a San Salvador de Jujuy para seguir sus estudios. “Mi familia no podía, la Técnica era nuestra única opción. Como mucho podíamos elegir la orientación, mecánico o administración de empresas. Pero sí o sí había que hacer los seis años”.

En esa época las chicas iban a administración porque no estaba bueno que fueran a la técnica, que era más para los varones. Y allí fue Lina, a Administración. No como sus hermanos, que hicieron la orientación mecánica.

“Yo no sé qué hubiera pasado si no estaba ese secundario -piensa ahora Lina-. Podríamos haber seguido, o no. Capaz nuestros padres hacían un poco más de esfuerzo para mandarnos a algún secundario cercano, pero no lo sé. La verdad es que gracias a Dios estaba ese secundario y eso les simplificó las cosas a mis papás”.

Pero no son cosas solo de Dios. Lina recorre su propia historia y reflexiona en torno de una idea que por estos días emerge como central: la presencia del Estado, una y otra vez.

Sobre el final de la secundaria, a los 17 años, quedó embarazada. Nació Candela, que ahora tiene 16 y también estudia en la Técnica de Maimará. “No es suficiente con poner una escuela y que la gente estudie. Hacen falta muchas cosas más. Y cuando el Estado acompaña, cuánto más sencillas son muchas cosas. Por las posibilidades que nos pueden dar, por la igualdad”, analiza antes de continuar su relato.

“Me agarró la crisis de 2002, fue terrible -continúa-. Yo siempre le cuento a mi hija que estaba en sexto año y no tenía hojas para escribir. Entonces me compraba hojas cuadriculadas y escribía renglón por renglón, para que rinda más. Porque uno en las hojas cuadriculadas escribe renglón por medio”. Lina va a decir que “en otra época” ella también se daba “el lujo” de escribir renglón por medio. Pero no llega a completar la palabra “lujo”. Dice sí que “tenía que hacer una letra muy chica para que calce; y prolija”. Se pregunta si los profesores se habrán dado cuenta. “Yo trataba de hacerlo prolijo para que pareciera que escribía así porque yo quería, y no porque las hojas me iban a faltar”.

Terminado el secundario, Lina tuvo el apoyo de sus padres para seguir estudiando. “No económicamente, pero sí cuidando a mi bebé”, aclara. El terciario más cercano estaba, a 7 kilómetros, en Tilcara. Había dos carreras, Lengua e Historia. Eligió la segunda.

Con su beba recién nacida, ya no se trataba solo de tener la posibilidad de haber estudiado y seguir adelante con la carrera. Ahora había otras necesidades.

Ese año le dieron el Plan Jefes y Jefas de hogar, que era de 150 pesos, a cambio del cual trabajaba cuatro horas en una cooperativa de tejidos. Y accedió también a una beca de 100 pesos que se otorgaba a quienes aprobaban todas las materias que cursaban. “Yo calculaba cuánto me gastaba en pasaje y en fotocopias, y después el resto era para criar, para invertir en mi hija. Mis padres por suerte me ayudaban con la comida y con estar en la casa”, cuenta.

Para Lina, esos 250 pesos fueron claves para poder seguir adelante. “Dicen que los vagos piden planes, que no hacen nada, ¡pero yo me recibí gracias a eso!”

“Cuando me recibí, Néstor ya no estaba de presidente, pero me acuerdo que yo quería escribirle una carta para decirle que gracias por el apoyo, gracias porque nos ayudaste, porque estuviste acá con nosotros”, se emociona. Fue en 2007. Primero trabajó en una empresa, “haciendo otras cosas”, donde le pagaban muy poco. Hasta que consiguió las primeras horas como docente. Cobró su primer sueldo con seis meses de demora, y mientras tanto mantenía el Plan. Cuando supo que iba a empezar a recibir el sueldo, se fue a la Municipalidad y presentó la nota de renuncia. “Me sentía muy agradecida, y pensaba que por lo menos ese plan iba a ir para otra persona que pudiera hacer el mismo camino que yo hice”.

El primer trabajo de Lina como docente fue en El Cóndor, “de La Quiaca para adentro”. Allí vio más claro todavía el valor de la presencia del Estado: “Puedo pensar en todos los secundarios que se hicieron en los últimos años, desde que la secundaria es obligatoria, en lugares donde apenas hay dos o tres casas y ahí está el secundario. En El Cóndor los chicos no tienen la escuela ahí. Pero ¿qué hizo el Estado? Les puso un albergue para que los chicos pudieran estar de lunes a viernes, y le garantizaban la comida, los<

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